SER
PROFESOR (DE INGLÉS) EN COLOMBIA
Soy profesor por
accidente. Sí, por accidente. Cuando ingresé a la Universidad de Antioquia , mi
amada universidad, solo quería aprender inglés. ¿Para qué? No lo sabía. Solo
recuerdo el “consejo” de mi cuñado: “Hermano, es mejor que ponga como primera
opción inglés-español y no inglés, porque así aprende inglés y perfecciona el
español” palabras más, palabras menos fue lo que me dijo. En efecto, le hice
caso y para no entrar en detalles simplemente diré que en mi primera clase
Héctor Ortiz, uno de los mejores profesores que tuve, dijo algo como “ustedes
que van a ser profesores….” Y esa fue mi
bienvenida al mundo de la enseñanza del inglés.
Han pasado poco más de
dos décadas y he llegado a hacerme una imagen muy clara de lo que es vivir de
la enseñanza del inglés en Colombia, o en Medellín, por lo menos. Aunque
supongo que en las demás ciudades del país es similar.
Mi vida laboral ha sido
muy diferente a las de mis colegas que se encaminaron por el rumbo de la
enseñanza en colegios tanto públicos como privados. A excepción de cuatro meses
que trabajé en uno de los colegios “puppies” de Medellín, y que fueron los
cuatro peores meses de mi vida laboral, siempre he trabajado en institutos de educación
no formal. Ganarse la vida como profesor por horas es de lo más difícil que hay
y a continuación explicaré por qué.
En primer lugar, se es
profesional, algunos lo somos, pero te tratan como desechable. Por desechable
me refiero a que no hay un contrato permanente, simplemente si hay clases para
dar pues las asignan entre los profesores que tengan disponibilidad. Si no hay
clases, pues sencillo, no hay trabajo y por consiguiente no hay dinero. No es
de extrañar que la mayoría de los profesores de idiomas tengan que recurrir a
otras fuentes de ingreso para completar lo necesario para vivir. Esta condición
de desechable es frustrante porque mientras uno ve que en otras áreas la gente
puede planificar su vida de una manera más “segura”, como profesor por horas es
muy complicado programar su vida financiera. Esto me lleva al siguiente punto:
finanzas.
El nivel de ingresos es
muy bajo comparado con otras profesiones. No niego que hay meses en que se pueden
obtener muy buenos ingresos, eso sí, dictando 10 y hasta 12 horas diarias de
clase. Pero hay que tener en cuenta lo siguiente: no todos los meses el ingreso
es el mismo. En un instituto medio decente, el valor hora oscila entre 18 y 22
mil pesos hora. Pero de ese valor hay que descontar la seguridad social que uno
mismo tiene que pagarse porque la mayoría de los institutos no la pagan. Además,
hay que sumar el transporte. Hay que ser como un “turibus” que viaja por toda
la ciudad: clase de seis de la mañana en Envigado; clase de nueve o 10 de la
mañana en el instituto, que no precisamente queda en Envigado; clase de medio
día en X empresa en el Poblado y luego otra clase entre las seis y ocho de la
noche. Si hay un “hueco” (espacio entre clases) muy grande, se puede ir a la
casa a descansar y luego salir nuevamente a la clase de la noche. Así que ese
valor por hora en realidad queda entre 10 o 12 mil pesos hora si no es menos.
Otro aspecto es el
número de horas. La fórmula es muy sencilla: a mayor número de horas dictadas,
mayor ingreso. Sin embargo, como dije antes, no todos los meses el ingreso es
el mismo. De un momento a otro los grupos se “cierran” y adiós ingreso. En un
mes el ingreso puede ser de $1.700.000 y al mes siguiente de $754.000 (esta
última cifra es real. En el 2014 tuve un mes así). Ya se pueden imaginar lo difícil
que es adquirir una vivienda propia y “darse gusticos” a punta de clases de
inglés.
Finalmente, con
respecto a las finanzas, el año es demasiado corto. Se empieza a mitad de
febrero y se termina en octubre o noviembre porque “ya dejemos para el otro
año, teacher”. Entonces se trabajan unos 9 meses para vivir 12.
Podría decir muchas
otras cosas, pero escribo esto en un momento coyuntural con respecto a la
educación en este país. Y mi percepción es que hay un ranquin en las
profesiones y las humanidades siempre salen perdiendo, son menospreciadas. Basta
con ver la cara de la gente cuando les dices que eres licenciado en idiomas. Su
decepción es evidente. Igual les debe ocurrir a los que estudiaron historia,
filosofía, literatura, psicología y demás. Pero díganle a la gente que
estudiaste medicina o ingeniería de procesos, la carrera de moda como lo fue
negocios internacionales a principios de los 2.000, y verás su cara de
aprobación porque estudiaste algo “serio”.
Yo no sé bien cuál es
la situación de mis compañeros, colegas y amigos de la universidad que
estudiamos licenciatura y siguieron la enseñanza tradicional en escuelas y
colegios. Pero lo que sí sé es que a la profesión de docente no se le da la
dignidad y estatus que merece. Es indignante ver y escuchar a la ministra Gina
Parody con esa arrogancia hablar de algo que no sabe y me solidarizo con mis
colegas maestros en su lucha por una dignificación de la condición de maestro,
docente, educador o como lo quieran llamar.